martes, 2 de marzo de 2010

Consideraciones sobre la Muerte



Cuando reflexionamos sobre el concepto que de la muerte tiene nuestra sociedad en la actualidad lo primero que constatamos es que no es un tema que, siendo absolutamente cotidiano en nuestro entorno y en el mundo de los medios, puesto que es tan inevitable y consustancial con nuestra existencia como lo pueda ser el principio de la vida a través del nacimiento, no es nada popular ni el mismo se trata con la tranquilidad y seriedad que el tema requiere. Nadie nos habla en términos certeros de su proceso posterior, a excepción de la aceptación tácita y generalizada del hecho insoslayable de su rotundidad y de que constituye la finalización de la vida actual. Es un acontecimiento, el más importante de nuestras vidas, que es tan desconocido y denostado que, de hecho, a veces solo se enfrenta jocosa y evasivamente camuflado como un suceso lúdico, de juego o entretenimiento, como lo es con ocasión de festividades como las calaveras de Halloween, o con las películas de terror y violencia, etc., a fin de quitarle el patetismo que genera su temor consustancial. Hoy avanzamos algunas ideas sobre el tema en este número de la revista, que iremos desarrollando en números posteriores.

La educación académica que se nos ha impartido, o el conocimiento oficial trasmitido a través de muchas generaciones, nos dice que todo lo que puede ser conocido es lo que tiene relación exclusivamente con el mundo físico material en el que nos desenvolvemos, con lo que puede ser comprobable y cuantificable. A todo lo que excede de esa cuantificación se le considera como creencias o hipótesis, no conforme a los postulados y metodología de la Ciencia. Cada uno puede creer en lo que quiera, pero eso no entra dentro del campo del conocimiento “oficial”, no es posible conocerlo. Desgraciadamente una gran mayoría de la humanidad cree fielmente en lo anterior, tras el machaqueo sufrido durante muchos años, y entonces, necesariamente y de forma más o menos consciente, tiene que sentir terror o miedo a la muerte.

En Antroposofía se nos dice que nuestra esencia es nuestra conciencia. Si uno cree que su conciencia reside en el cerebro y depende exclusivamente de su fisiología, lógicamente se extingue con su cuerpo físico tras el fallecimiento: lo demás son especulaciones sin sentido, porque evidentemente, todo el conocimiento místico o trascendente de las diferente culturas, carece de sentido, al lado de la ciencia oficial que se genera a partir del materialismo, cuyo auge se produce en el siglo XIX, y que lo que nos propone es indiscutible por ese carácter de “científico”. Es lo que existe como única verdad, y todo lo que contradiga esa ciencia es absurdo, es fruto de una superstición medieval o arcaica, propia de personas ignorantes. Entonces resulta que todas las culturas existentes con anterioridad, que creían en lo trascendente como una realidad indiscutible, eran ignorantes.

Nosotros, como hombres modernos, nos creemos super sabios, pues conocemos muchísimas cosas, y de hecho las ciencias actuales ven el problema de la abundancia de conocimientos; los especialistas se están quedando cortos porque no pueden abarcar totalmente su especialidad y necesitan dividirla en super especialidades, para que abarquen todos los matices; se va atomizando el conocimiento y resulta imposible que una sola persona pueda abarcar todo el conocimiento de una especialidad: se pueden tener unos conocimientos generales y profundos pero solo puede ser de un área concreta.


Todo lo que quiera trascender lo físico material se considera absurdo, desde el punto de vista de la ciencia oficial. Y en ese sentido hay mucha gente que ya no cree en las enseñanzas de las iglesias, pero cree en todo lo que dicen los científicos, aún sin comprenderlo. La fe se ha trasferido de los dogmas incomprensibles de la iglesia a los de la ciencia, que tampoco se comprenden. El público en general adora a los científicos como los nuevos mesias, pero el hombre se muere de miedo ante lo que en él vive como mundo anímico interior, el cual no puede conocer científicamente ni comprender. Ello ha generado una postura muy extendida que se resume en una frase: ” No creo que exista nada trascendente, por lo que no me voy a preocupar; en caso de que exista ya me enterare después.” Es una postura lógica, desde un punto de vista material, pero falsa e irreal: resulta que si uno no se preocupa de aprender algo trascendente aquí, tampoco lo va a poder aprender allí.

Nos dice Steiner que durante la vida en la tierra es el único lugar y la sola oportunidad de aprender algo sobre la muerte. Una vez traspasado el umbral ya no aprenderemos nada sobre la muerte, lo único que podremos hacer será digerir todas las experiencias por las que hayamos pasado durante nuestra vida. En este sentido, uno de los nutrientes mas importantes que el hombre actual necesita es el del conocimiento, porque en nuestra época, desde el siglo XV, y sobre todo desde 1900, no podemos seguir alimentándonos de la fe tal como la hemos conocido; en nosotros ese tipo de fe ya no puede actuar. Necesitamos obrar, en esta época de inicio del desarrollo del alma consciente, en función de lo que conozcamos. Todo, en principio es cognoscible, (para Steiner no existen límites al conocimiento humano), la diferencia es la aptitud y capacidad para el conocimiento de cada ser humano en función del desarrollo de su actividad pensante.

La Ciencia natural no tiene derecho a opinar en cualquier ámbito que se salga del campo de lo físico natural, el único que conoce. En el tema de la muerte, no es nuevo el decir que lo que genera es un proceso evidente de transición y cambio, para el que conozca la esencia espiritual del ser humano. Es un elemento de fortísima actividad de transición en el hombre, que está continuamente desenvolviéndose en una actividad dualista y polar entre la vida y la muerte. Es un proceso muy costoso, comparable al del trabajo que cuesta la adaptación a la materia; piénsese, por ejemplo, en los problemas digestivos del bebé, o en la enorme conquista que supone el erguirse para conseguir la verticalidad y mantener el equilibrio, todo ello alcanzado en una edad de muy poca conciencia pero de enorme carga de voluntad, hasta que se logra. Tiene que aprender de un modo experimental que la materia es dura y duele, que las paredes no se pueden traspasar, etc. Es todo un aprendizaje de un ser que viene del mundo espiritual y que tiene que enfrentarse a un mundo material, para lo cual necesita aprender. El cachorro humano es el que más tarda en desenvolverse, el que tiene la mayor dificultad de adaptación al mundo material, pero al mismo tiempo con el mayor potencial de desarrollo de la conciencia. Y cuando lo logra dirige el mundo a la cabeza de todos los reinos de la naturaleza.

Necesitamos desarrollar la conciencia para manejarnos nosotros mismos e interactuar con el entorno. Los animales en cambio se vinculan muy rápido y bien con la naturaleza, pero a un nivel instintivo. Nosotros no tenemos esa capacidad de adaptarnos a nivel instintivo y lo tenemos que hacer a nivel racional. Hace miles de años nosotros también teníamos la misma capacidad de adaptación que ahora tienen los animales. Hoy, a cambio de ello, podemos desarrollar nuestra conciencia hasta niveles ilimitados, así como otras capacidades. Lo que nos puede limitar es principalmente nuestra cultura. Si me enseñan y me hacen creer que no puedo, no podré ejercitarlo, porque tengo la fe de que no puedo. Si vivo con esa fe, y todos la tenemos, entonces eso me estará limitando. El ser humano necesita a lo largo de toda su vida tener una expansión de la conciencia, introducir el significado de todas las cosas de las que nos rodeamos para poder tomar decisiones, discernir, crear, terminar los procesos, etc..

Si vemos lo que es el desarrollo de los procesos históricos, desde el punto de vista de las civilizaciones, de la creación de las relaciones sociales, del arte, de la ingeniería, de la arquitectura, etc, toda esa evolución positiva se debe no a un aprendizaje como el de hoy día, de cómo son las cosas, es decir con un pensar a posteriori después de que las cosas han sido hechas, sin aportar nada nuevo. Se necesita que haya una contribución de algo que no había anteriormente, un valor añadido. Si no fuera así toda a realidad permanecería inmutable con el paso de los siglos. El ser humano es por si mismo creativo, puede aportar; somos individualidades irrepetibles; lo que es la esencia de cada uno de nosotros es individual y única, y se basa en la posibilidad interpretar el universo y la vida de una manera muy concreta. El simple hecho de tener conciencia de eso ya es un progreso extraordinario, pero es algo que tenemos que desarrollar en la vida en la materia.

La realidad incuestionable es que nuestra vida se desarrolla en un mundo físico material, realidad que incluso podemos tomar como la única existente, hasta que nos morimos, y entonces empieza un proceso similar al posterior al nacimiento, pero al revés. Tenemos entonces que empezar a vivenciar y aprender que lo esencial no es la materia, no es lo duro, lo físico, lo cuantificable, y cuando nos morimos seguimos siendo, pero ya no es cuantificable, no hay estatura ni kilos: pero seguimos siendo. Normalmente nadie nos enseña que lo que más nos interesa en la vida no es lo cuantitativo, sino lo cualitativo. Lo que realmente nos interesa de otra persona no es su físico ni su patrimonio, sino sus cualidades de bondad, inteligencia, perseverancia, etc. que no son materiales. En nuestra alma pesan mucho mas estas cualidades que los aspectos fisiológicos y cada uno en su interior puede darse cuenta de ello.

Entonces podemos empezar a entender porqué una persona al morir puede tener un grave dilema cuando va a carecer de golpe de todos los estímulos sensoriales, de lo que sus sentidos le aportaban: no puede ver, oler, sentir, etc. pero sin embargo percibe sensaciones que tienen que ver con cualidades, y sin embargo no tiene elementos para aprender, porque la muerte es una gran digestión de lo que se ha hecho en la vida. Lo que se ha aprendido, o no, es el resultado del interés, de la inercia, de la apatía o diligencia, del conjunto de todo. El mantener en buen estado esas cualidades anímicas y del entorno es igual o más importante que el cuidado de la salud corporal.

El apego a la materia y el proceso de desapego

Toda nuestra estructura fisiológica y anímico-espiritual es muy compleja, todos nuestros cuerpos (físico, etérico o vital, astral y del Yo) están al servicio de nuestra actividad moral, son sus instrumentos para que podamoscomportarnos como entes morales individuales. No se trata de obedecer ninguna consigna ni dogma, sino como seres en potencia creadores y libres. La muerte es entonces empezar a entrar en un proceso de desencantamiento respecto a la materia, igual que el bebé se ve apresado y encantado en la materia, hasta que se ve inmerso en ella. Nos vamos liberando de nuestra fe en la materia, en un largo proceso que, según Steiner dura aproximadamente un tercio de la vida que acaba de terminar. Nuestro apresamiento en la materia es muy fuerte y se tarda mucho en poder liberarnos. Lo único que tenemos para ello son las cualidades que cada uno de nosotros haya podido desplegar a lo largo de la vida en las diferentes oportunidades y situaciones por las que hayamos pasado. Podemos por lo menos conocer esos procesos y trasformaciones, o podemos ignorarlos, con lo que entonces se incrementará la desorientación que ya la muerte de por si produce.

Tras la muerte uno se puede encontrar muy desubicado y desorientado ya que nuestra conciencia esta muy ligada a los órganos de los sentidos, y aunque la misma va a continuar existiendo tras la muerte, ya no va a recibir la información sensorial, que se desintegra con la propia del cuerpo físico. Muchas personas creyentes piensan que los difuntos están en condiciones de informarnos de lo que ocurre allí, especialmente si han sido familiares o seres cercanos, pero resulta que eso es más bien al revés. Somos nosotros, los de aquí, los que podemos serles de gran ayuda en su desorientación. Es muy probable que si una persona fallece con una ideología materialista, sin ninguna inquietud espiritual, alguien que la haya conocido íntimamente puede estar en condiciones de contribuir a una clarificación en esa conciencia confusa por la que normalmente pasan todos los fallecidos. Nos dice Steiner que el compartir mentalmente con ellos pensamientos o lecturas espirituales, meditaciones, poesías etc, es un importante trabajo que podemos realizar: recordar a la persona fallecida e invitarla mentalmente a participar en ese trabajo les puede ser de mucha utilidad, no solo como consuelo, sino como ayuda a la ampliación de su conciencia para que sea menos penosa su situación.



Hablar de la muerte es hablar de la vida; aquí tenemos que tomar conciencia de la importancia de la materia para poder desenvolvernos en este mundo físico material; allí tendremos que cobrar conciencia de la esencia de todo lo que existe en la creación como parte eterna de todo lo que aquí contemplamos como perecedero. En el único sitio en el que podemos evolucionar y avanzar, ejercitarnos, estudiar, reflexionar, desarrollar nuestra conciencia moral, etc. es en este mundo en el que vivimos. Tenemos la oportunidad y las condiciones para ello y cada uno puede ejercitarla. Por eso es importante ocuparse de este tema porque es la nutrición de la sustancia que nos va a acompañar ahora, en vida , y después de la muerte. Este conocimiento nos puede enriquecer mucho la vida, nos va a ayudar, y en ese trabajo podemos ayudar a nuestros fallecidos, los que hayamos conocido en vida.
Con respecto a los relatos de los que parece ser han vuelto a la vida y cuentan experiencias post mortem, hay que considerar que realmente ninguno de ellos ha muerto realmente, sino que han pasado por una crisis vital cercana a la muerte. Fuertemente ensamblado al cuerpo físico está el cuerpo etéreo o vital, que es el que le mantiene con vida, unido en una especie de cordón y que se puede separar parcialmente por causas traumáticas o fenómenos paranormales, en ocasiones con alteraciones de conciencia cercanas a la muerte acompañadas de fenómenos de percepción acelerada y panorámica de toda la vida. Tiene que separarse totalmente y romperse el citado cordón para que se produzca la muerte. Nuestro cuerpo físico no esta sujeto a las leyes materiales, sino a las vitales o etéricas, si no estaría pudriéndose. Esta especie de muerte temporal ocasiona percepciones suprasensibles intensas que quedan impresas en el cuerpo etérico del individuo, y cuando vuelve a encarnarse en el físico conserva la memoria de esa percepción, ya que el cuerpo astral está ligado al etérico.

Todas las estructuras de nuestros cuerpos están generadas por fuerzas del universo, incluso del vehículo de nuestro cuerpo físico material, en el que nosotros solo vemos las sustancias materiales físicas aglutinadas y que únicamente podemos estudiar desde el punto de vista físico-químico, pero también existen otras fuerzas cualitativas que no son conocibles por la ciencia contemporánea, estudiadas y reveladas por la visión clarividente, entre otros, de Rudolf Steiner. Pero la sustancia física puede disfrazar lo que es la estructura suprasensible del cuerpo físico, muy compleja y de la que sólo vemos el relleno material, que es la estructura mas perfecta que tenemos por ser la más antigua en el tiempo, más que la étérica, la astral o la del yo. Las otras estructuras espirituales tienen una armonía cósmica perfecta, pero en nosotros se tienen que desarrollar a lo largo de nuestro proceso evolutivo. En función de cómo utilicemos esas estructuras van perdiendo la sintonía con esas fuerzas cósmicas que las han generado. Si en vida hubiéramos sabido manejar esas fuerzas serían perfectas y con la muerte no tendrían que desintegrarse. Pero todo lo que no obedezca a la armonía del universo no puede volver a reintegrarse en él, lo dañaría; sin embargo las partes de esos cuerpos que si hayan recibido el fruto de la actividad correcta, en armonía con el universo, lo que valga de esa esencia etérica va a ser absorbida por el astral. Nos dice Steiner que tras el periodo de purificación o desgaste en el kamaloca o purgatorio permanece la parte que haya sido trasformada y que va a ser el patrimonio que se reintegra en el Yo superior, que tiene que ver con lo Bueno, con lo adecuado ala Verdad, con lo estético, o armónico, con lo que corresponde al funcionamiento real del todo en el universo. En la medida en que nosotros podamos adecuarnos a ello, eso va a ser eterno, el resto no lo puede ser y es desechado


La relación con los difuntos

Volviendo al tema de los difuntos, es posible que un recién fallecido necesite el contacto con las personas vivas, sobre todo si ha sido muy materialista y va a seguir necesitando referencias materiales. En el caso de un síndrome de abstinencia por la dependencia a cualquier sustancia ya sabemos lo que se puede sentir; pues en el periodo post-mortem el síndrome de abstinencia de la materia puede ser algo muchísimo mas horrible: el alma y el espíritu inmortal han estado estrechamente ligados al lo mortal durante toda una vida, con el deseo, la pasión, el instinto, lo irracional, que nos han hecho permanecer unidos a la materia a cualquier precio. Pero llega el momento en que todo esa sensorialidad, que tiene que ver con el mundo anímico ligado etéricamente con el cuerpo físico, ya no está a nuestro alcance, no existe allí. Cuando eso ocurre se produce un vacío tremendo, sobre todo cuando yo no se tiene nada en el alma, cuando no se conoce nada de lo trascendente, de lo real, pues al no tener cuerpo físico se queda uno sin nada. Y se puede tardar mucho tiempo en entenderlo y por eso se pueden buscar asideros físicos a personas o lugares. Ello puede ocurrir sobre todo cuando una persona esta durmiendo, porque en el sueño nosotros vamos inconscientemente a visitar a los difuntos, nos ponemos en una fácil comunicación con ellos. Cuando intentan comunicarse con nosotros en nuestra conciencia de vigilia es una intromisión que no les ayuda y que a nosotros nos puede desconcertar. Ello esta ocasionado por un miedo y desconcierto en las personas fallecidas, porque entran en algo que no conocen y con lo que tienen que aprender a relacionarse, de forma similar a lo que ocurre tras el nacimiento y aprendizaje necesario para relacionarse con el mundo material.
Todo lo que sucede en el mundo espiritual es armónico y estructurado, es necesario. Donde está el caos y lo desestructurado es en el mundo de aquí, y lógicamente tenemos un rechazo natural al traspasar el umbral al otro lado, desde la materia. Esos contactos con nuestros difuntos efectivamente pueden existir. Y ya hemos visto que les podemos ser de gran ayuda compartiendo con ellos nuestros pensamientos sobre temas espirituales, ayuda que no pueden recibir de los seres del mundo espiritual con los que su pensar no tiene afinidad alguna, solo con el pensar humano. Somos seres de conciencia, tenemos la capacidad de aprender, y eso lo podemos compartir con los que ya no están aquí.

Según vamos viviendo en el plano físico nos vamos impregnando de sus fuerzas, nuestra conciencia se puede ir materializando, las ideas pueden encontrar su base en el materialismo y la ideología materialista se va a ir incrementando en el trascurso de la vida. Si es así, la necesidad de limpieza de ese materialismo con el trascurso de los años va a ser mayor. Nuestra estructura esta hecha no para nuestro cuerpo físico-material, sino para que nuestra conciencia trabaje de una manera lo mas libre posible, lo mas consciente posible y se puedan producir las acciones morales, y entonces nuestros vehículos estarán sanos y limpios de ese materialismo que nos corrompe y del que nos tendremos que librar, con lo que tras la muerte tendremos menos problemas.

Todas las personas normales tenemos partes buenas y partes malas. En el mundo físico material en el que vivimos nos pueden ser útiles las malas para desenvolvernos, pero tras la muerte solo lo podrán ser las buenas. Aquí podemos desarrollar discernimiento, podemos elegir, enjuiciar y decidir, siempre sopesando los contrarios en un mundo dual, del Bien y del Mal en todos los extremos y matices posibles. Nosotros estamos en medio de todo ello. Y en algún momento tiene que haber una separación, lo que esbueno o positivo es lo que puede permanecer.

Podemos tener relaciones con nuestros familiares fallecidos en función del vínculo de relación cualitativa que hayamos tenido con ellos en vida. El vinculo de sangre, igual que el de raza, era absolutamente básico y fundamental en la antigüedad, incluso no se podían casar los que no fueran de la misma familia, raza, pueblo o nación, según las distintas épocas y diferentes culturas. Todo eso dió paso a la imparable mezcla actual de sangres, y cada vez más están perdiendo importancia las relaciones de sanguineidad o familia, cobrando mayor importancia las que se establecen entre las distintas almas o yoes individuales, posiblemente en la mayoría de los casos por razones kármicas. En cualquier caso los lazos de afinidad anímico-espiritual creados que se prolongan cuando se fallece pueden servir para planificar el trabajo a realizar en nuevas encarnaciones en la materia.

El Alma Consciente y la concepción de la muerte


Es fácil constatar que en la época actual todos los cambios se están acelerando y los procesos post mortem también van a ser diferentes. La independencia e individualidad propia del desarrollo del Alma de Conciencia, que está en sus comienzos, está generando que el responsable de todo lo que me pase sea exclusivamente yo. Hasta hace pocos años hemos sido criaturas inmaduras, y en una gran parte lo seguimos siendo, y consecuentemente así hemos sido tratados por las distintas religiones e instituciones, en una fase infantil en la que no se pide la opinión, sino la creencia y sumisión. Sin embargo, la situación de la evolución espiritual real del ser humano exige, cada vez en mayor grado, la actividad consciente de cada uno de nosotros y la toma de las decisiones morales que creamos mas oportunas. Ello obviamente no es del agrado de ninguna religión o institución existente y se quiere ignorar u ocultar para poder continuar ejerciendo su poder sobre las masas, manteniendo sumisión u obediencia. Pero hoy día o actúa uno desde su propia conciencia moral, o es inactivo. El problema es que eso va a general una evolución de una parte de la humanidad, relativamente rápida, y una involución o degeneración también rápida, de la otra parte, tal como ya Steiner vaticinó en su día.

El funcionamiento social hoy día está basado en tradiciones y costumbres. El homenaje que se hace a los fallecidos es, fruto de la tradición y de la costumbre, solo beneficia a los que lo hacen, no a los fallecidos, resultado de lo establecido desde hace varios siglos y que ya no deberían tener validez. En general nos seguimos alimentando de doctrinas y normas con las que nos sentimos bien cuando se cumplen, o remordimiento cuando no se cumplen. Una vez que quitamos todos los dogmas, mandatos y doctrinas, cuando nadie nos dice lo que tenemos que hacer, ¿qué nos queda?. Estamos desorientados, sin guía, sin pastor. Ahora lo que es necesario es ser autosuficiente en la toma de decisiones, sobre todo en los temas espirituales. Es importante la trasmisión de datos e información por parte de seres humanos mas evolucionados, pero el desarrollo espiritual se tiene que producir en la interioridad de cada uno apelando a su conciencia, no esperando a recibir instrucciones sobre lo que hay que hacer, por mucha comodidad y tranquilidad anímica que nos proporcione.



Puede haber una situación en la que se produzca un accidente, catástrofe natural o imprudencia ajena que quite la vida a una persona, siendo muy arriesgado decir que eso ha formado parte de su destino. A esa persona se le ha quitado la oportunidad de vivir, de expresar su actividad y eso puede generar un karma que deberá ser equilibrado en el futuro. En otras situaciones simplemente puede haber llegado el momento de interrumpir su vida. No podemos saberlo. Con respecto al karma de otras personas no se puede ser dogmático ni fundamentalista: no esta a nuestro alcance este conocimiento. A veces ocurre que se genera un karma común cuando muchas personas atraviesan juntas el umbral de la muerte por una catástrofe. Debemos saber que nada se desperdicia, que todo ocurre por algo.
El mundo espiritual y nuestro mundo anímico no están separados: es nuestra sensorialidad la que nos hace parecer que esto es así. No parece lógico el que una persona con amplios conocimientos espirituales tema a la muerte, si puede estar preocupada por poder finalizar el trabajo que tenga pendiente.


Nos podemos preguntar: ¿por qué existe la necesidad de volver a encarnar?. La respuesta que se nos dá en Antroposofía es que los problemas se producen en el mundo físico material y solo en él se pueden solucionar. Los problemas que yo genero solo los puedo arreglar yo. Cuando estamos en el mundo espiritual nos surge un fuerte impulso de renacer cuando se llega a lo que Steiner denomina “la media noche cósmica”, por el sentimiento que surge en el yo superior. Ya no hay ego, ni cuerpo físico, solo esencia inmortal; es el deseo de volver a encarnar y empezar a equilibrar todo el desequilibrio generado. Todo ser humano necesita volver. Es el impulso mas fuerte que tiene el espíritu puro, en el nivel devacánico, y desde ahí, cuando esta en plenitud de su sabiduría, cuando ha visto todo el conjunto de sus pasadas encarnaciones y la síntesis prevista de sus futuras encarnaciones, como proyecto, entonces surge el deseo imparable de encarnar.

Ya hemos visto cómo estamos en una época en la que estamos ya maduros para poder tomar nuestras propias decisiones, si así lo queremos, y pasar de ser criaturas a empezar a ser seres creadores, lo cual requiere el adquirir un conocimiento lo mas completo posible, tanto de la realidad físico-material como de y de la anímico-espiritual, para poder vivir como seres humanos. Para ser conscientes nos hace falta tener la información y poder vivenciarla, empezando por interiorizarla y convertirla en conocimiento, y así irnos transformando. Sólo depende de cada uno de nosotros, tenemos la oportunidad de tomar la decisión, o no, de hacerlo o de no hacerlo. Steiner nos dice que en la próxima encarnación la conciencia de la realidad va a ser diferente: habrá personas que se acordarán de lo vivido en las anteriores encarnaciones y otras no, y a éstas se las considerará como enfermos, precisamente por no tener ese acceso a esa facultad consciente.





Fuente: Revista Biosofia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante entrada.

Un placer leerte

La Gata Coqueta dijo...

Hola amiga, me has impresionado con esta entrada tratada tan afondo con tus ideas y forma de ver y entender la muerte como tal.

Yo debe de ser que como no me lleva mucho tiempo esa preocupación... cuando llegue ese su momento al igual que cuando se nade y tan sencillo, sin darle más vueltas...

Feliz finde`preciosa.

Te dejo a modo de regalo un abrazo de sonrisas para compartirlas con aquellos que no las encuentran.

Marí

Museo de la Luna dijo...

Magnífico! Nada hay más importante en la vida que la muerte. O lo que es lo mismo: la ausencia de vida.

Al comparar un lienzo en blanco, con un óleo terminado de calidad impresionante, se ve esa distinción, entre la existencia y el vacío. Entre la creatividad y la destrucción.

Para apreciar de verdad el agua, hay que haber estado en el desierto. Para apreciar de verdad la tierra, hay que haber estado navegando durante meses sin más horizonte que olas y olas de mar estéril. Para apreciar de verdad el amor y la humanidad, hay que haber sufrido la pérdida y el dolor más absolutos. Para apreciar la vida, hay que enfrentarse a su ausencia.

Quien no mira la vida desde esa perspectiva, jamás sabrá valorar su auténtica importancia. Los grandes defensores de la vida, son ante todo personas plenamente conscientes de su fragilidad y de que en cualquier momento puede desaparecer.

Decía Martin Luther King que aunque él supiera que mañana se termina el mundo, hoy todavía plantaría un árbol. Es el mejor resumen de esa filosofía de amor a la vida. Somos una gota de agua dulce en mitad de un océano insensible de muerte y esterilidad. Y todavía hay millones de personas que no lo comprenden, y que en vez de crear, destruyen y contaminan y hacen daño.

Felicidades por hacer reflexionar sobre algo tan importante. Me parece esencial.

En la Luna no hay nada y no vea usted los esfuerzos que tenemos que hacer para imaginarnos un mundo y crear cosas bonitas a partir del vacío. Cuanto más conscientes somos de la muerte que nos rodea aquí, más amamos la vida en la Tierra.

Hasta hoy no nos habíamos dado cuenta de su solicitud de amistad, ya la aceptamos con mucho gusto, por supuesto. Y si en algún momento desea ser ministra nuestra, de lo que a usted más le guste en el mundo, pues... ya conoce el sencillo procedimiento...

Un saludo muy cordial, Verónica.

Unknown dijo...

VERO, ES FASCINANTE EL ARTICULO SOBRE TODO PORQUE ES UN TEMO QUE NO LO TRATAMOS NUNCA O EVITAMOS HACERLO PERO ES ALGO TAN NATURAL COMO NACER.
TAMBIEN HAY QUE TENER EN CUENTA QUE ES UN TEMA QUE SE TRATA DE DIFERENTE MANERA SOBRE TODO EN LO CULTURAL. FELICITACIONES EXCELENTE ARTICULO.

¡¡Cumpleaños de verydiro!!

¡¡AMIGO TILDA PLAY Y ESCUCHA MÚSICA DEL ALMA!!


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¡¡Una luz contra el cáncer... no dejemos que se apague.!!

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