lunes, 14 de abril de 2008

CÁNTICO DE ISAÍAS (Is 26,1-4. 7-9. 12)

Himno después de la victoria sobre el enemigo







1Aquel día se cantará este canto en el país de Judá:

Tenemos una ciudad fuerte,

ha puesto para salvarla murallas y baluartes:



2Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,

que observa la lealtad;



3su ánimo está firme y mantiene la paz,

porque confía en ti.



4Confiad siempre en el Señor,

porque el Señor es la Roca perpetua.



5Doblegó a los habitantes de la altura
y a la ciudad elevada;
la humilló, la humilló hasta el suelo,
la arrojó al polvo,



6y la pisan los pies, los pies del humilde,
las pisadas de los pobres.



7La senda del justo es recta.

Tú allanas el sendero del justo;



8en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,

ansiando tu nombre y tu recuerdo.




9Mi alma te ansía de noche,

mi espíritu en mi interior madruga por ti,

porque tus juicios son luz de la tierra,

y aprenden justicia los habitantes del orbe.




10Si se trata con clemencia al malvado,

no aprende justicia:

en tierra de honradez obra mal,

sin ver la grandeza del Señor.



11Señor, tu mano está alzada, pero no la miran;

que miren avergonzados tu celo por el pueblo,

que un fuego devore a tus enemigos.




12Señor, tú nos darás la paz,

porque todas nuestras empresas

nos las realizas tú.





MONICIÓN PARA EL CÁNTICO


Nuestro poema es un cántico de victoria y un himno de esperanza. Los habitantes de Jerusalén se sienten orgullosos de su ciudad, protegida por Dios y, por eso, victoriosa e inconmovible: hacia ella confluyen los justos que confían en el Señor. La ciudad enemiga, en cambio, la Babilonia orgullosa y dominante, ha sido derrotada. Esta acción de Dios es el fundamento de la confianza que siente el pueblo de Dios: El Señor es la Roca perpetua; todas nuestras empresas nos las realizas tú.



Por fuertes que sean las embestidas del mal, no debemos acobardarnos, porque Dios hará que su pueblo salga victorioso en el combate: «El poder del infierno no derrotará a la Iglesia» (Mt 16,18). Dios se sirve, con frecuencia, de «lo débil del mundo para humillar a lo fuerte» (1 Co 1,27); los pasos del pueblo justo entrarán en la ciudad.



Que En la celebración comunitaria, si no es posible cantar la antífona propia, este cántico se puede acompañar cantando alguna antífona que exprese la gloria de la ciudad de Dios o la confianza en el Señor, por ejemplo: «Ciudad celeste, tierra del Señor», sólo el estribillo (MD 601) o bien «El Señor es mi fuerza» (MD 647).



Oración I: Tú, Señor, eres nuestra ciudad fuerte, tú, nuestra muralla y baluarte de salvación, tú nos darás la paz porque en ti confiamos; sé tú, pues, nuestra ayuda y protección durante la jornada que empezamos, porque todas nuestras empresas de hoy deseamos que nos las realices tú. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.



Oración II: Señor Jesús, Hijo amado de Dios, que, confiando siempre en el Padre, tu Roca perpetua, te entregaste a realizar su voluntad, haciéndote obediente hasta la muerte; haz que también nosotros, esperando contra toda esperanza, mantengamos nuestra paz confiando en ti. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.



[Pedro Farnés]


NOTAS A LOS VERSÍCULOS DEL CÁNTICO



V. 1: Tenemos una ciudad fuerte: salmo de alabanza que canta las glorias de Jerusalén, cuya fortaleza viene del Señor. Jerusalén dista mucho de ser la ciudad del caos que menciona antes Isaías en 24,10. La perspectiva continúa siendo escatológica.


V. 4: El Señor es la Roca perpetua: metáfora varias veces repetida en el AT para dar a entender la firmeza de la fidelidad divina.


V. 8: Tu nombre y tu recuerdo: el «nombre» es la personalidad del que lo lleva, y no simplemente un medio accidental de distinguir a un hombre de otro. Se identifica en cierta manera con la persona. El tono de este pasaje (vv. 7-16) es tranquilo y meditativo, intercalado con humilde y confiada súplica.


[F. L. Moriarty, En La Sagrada Escritura. Texto y comentario, de la BAC]














































Fuente:http://www.Franciscanos.org
















































P/D:Este himno forma parte del llamado «Apocalipsis de Isaías» (cc. 24-27). Su autor no es Isaías, sino que pertenece a una época tardía. Los temas que concurren en el «Apocalipsis» intentan describir la instauración del orden definitivo. Nuestro himno está tomado de dos contextos: de un himno de victoria a la ciudad del Señor, que sustituye a la soberbia ciudad de los hombres, Babilonia o Moab, ahora humillada (vv. 1-6), y de una súplica y reflexión sobre los juicios del Señor (vv. 7-19). La primera parte de nuestro himno de Laudes (vv. 1-4) tiene un tema central, del que se derivan otros: la confianza. Judá puede confiar porque su Dios es una roca perpetua. Jerusalén es una sólida fundación cuyas murallas aseguran la salvación. La súplica (vv. 7-9.12), por su parte, se centra en la sentencia que el Señor pronunciará y ejecutará. Así será confundido el enemigo y el pueblo alcanzará la paz.

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