martes, 4 de marzo de 2008

Violencia hacia la mujer




Violencia hacia la mujer



En la lucha por la consagración social y jurídica de la igualdad esencial y ontológica entre el hombre y la mujer se han hecho progresos enormes, que afortunadamente se proyectan cada vez más en el plano de la realidad social cotidiana, aunque todavía subsistan bolsones de atraso inocultables en muchos países. En la tradición del humanismo cultural que está en la base de nuestra civilización, el ejercer violencia física sobre una mujer es considerado desde hace siglos un acto despreciable y ruin.


Ello no significa negar que en América latina, y en muchas partes del mundo, tanto de Oriente como de Occidente, reina todavía una fuerte cultura machista. También algunas regiones de España mantuvieron hasta no hace mucho concepciones anacrónicas sobre la relación entre los sexos. Ha pasado mucha agua bajo el puente desde la sanción de nuestro Código Civil, en que la mujer casada era considerada una incapaz relativa de hecho.


La Declaración de los Derechos Civiles de la Mujer y las reformas profundas que se fueron sucediendo en la legislación nacional e internacional han colocado de derecho a la mujer en el plano de igualdad que le corresponde por naturaleza.


En nuestro país, la reciente sanción de normas sobre violencia familiar han puesto de relieve la real dimensión de un problema que pertenece a la categoría de los temas sobre los cuales no se habla. En efecto, se calcula que de cada cinco hechos de violencia doméstica que se producen sólo se denuncia uno. Las comisarías de la mujer en la provincia de Buenos Aires y la Dirección General de la Mujer en el ámbito de la ciudad autónoma han contribuido a mejorar la situación existente en torno de este grave problema social.


Por eso, corresponde destacar la sanción, en el reino de España, de una ley que agrava fuertemente las penas contra los hombres que maltraten a mujeres. Durante 2004, 70 mujeres han muerto en España por esta causa, lo cual coloca a ese país en el cuarto lugar en ese luctuoso ranking. Preceden a España, en la nómina de naciones aquejadas por este mal, Alemania, Rumania y Gran Bretaña. La norma que acaba de sancionarse prevé ayudas económicas para las mujeres víctimas y facilidades para cambiar de empleo o mudarse, pues a menudo son estas circunstancias las que inducen a la víctima a soportar lo insoportable.


Por cierto, no han faltado objeciones, fundadas en el argumento de que se trata de una norma que discrimina en contra de los hombres, lo cual ha sido respondido por el ministro de Trabajo español, Jesús Caldera, quien ha dicho -con razón- que cuando las desigualdades son muy grandes es necesario producir acciones desiguales en defensa, justamente, del principio de la igualdad.


El tema tiene implicancias sumamente graves. Se ha constatado muchas veces la existencia de situaciones de debilidad psicológica difíciles de concebir, vinculadas con conflictos en los cuales la pérdida de la autoestima es llevada a extremos perversos, al punto de que, en ciertos casos, la víctima cree merecer el castigo que recibe y queda envuelta en una trama destructiva de la que no logra salir.


Como se ve, se trata de un grave proceso cultural, psicológico y social, que tiene también ribetes económicos y jurídicos. Es fundamental que toda la sociedad se empeñe en terminar con este flagelo indigno, alentando a las mujeres a liberarse de toda subordinación y promoviendo desde la escuela la convicción de que respetar a las mujeres es un presupuesto insoslayable de la condición varonil. Sólo así se irá rompiendo con el preconcepto machista, que degrada a la condición humana.










P/D: No a la violencia de la mujer en ningun ambito...

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