Ya hay campeón. El Manchester United será campeón de Europa al menos hasta mayo del año próximo. Leyendas como Ferguson, Giggs o Scholes repiten mientras jóvenes prometedores como Ronaldo o Nani se estrenan en el Olimpo europeo. Su rival, el Chelsea, vuelve a ser víctima de una tanda de penaltis, como ya ocurriera en ediciones anteriores, pero en semifinales. El Dios del fútbol no va de azul. Prefiere el rojo diablo. No era por la chulería de Mourinho, sino porque no quiere que gane el Chelsea. Ni si quiera cuando es mejor que su rival.
Porque hoy el Chelsea ha jugado mejor que el United. Ha llevado el partido a su terreno, teniendo incluso mayor posesión que los reds y dominando en la mayor parte del encuentro. Sólo Ronaldo les daba miedo. Pero la falta de costumbre en el mando ha imposibilitado una victoria sin penaltis. Lo que ha supuesto una nueva alegría para el Manchester y una injusticia más para el Chelsea.
El Manchester no ha sido fiel a su estilo, porque no ha podido. Ferguson ha optado por poner a Hargreaves como extremo derecho, algo difícilmente entendible. Scholes y Carrick no hacían salir al equipo con tranquilidad, con el balón jugado, verticales, como acostumbran. Ronaldo ha jugado bien, porque ha estado acertado en las pocas veces que ha entrado en juego, víctima de la pérdida del rumbo de su equipo.
Por su parte, el Chelsea ha impuesto su poderío físico y se ha encontrado con un balón que ni quería ni sabía cómo tratar. El recurso simple de mandar balones largos a Drogba se ha convertido en la rutina de la final, pero dando buenos resultados. Malouda y Cole no han estado acertados, pero Makelele, Ballack y Lampard se imponían en el centro del campo y anulaban cualquier problema defensivo para los de Grant.
El partido ha empezado con el clásico tiempo muerto de nervios y tensión. Ninguno controlaba el partido y nadie quería el balón. Poco a poco, el Manchester fue trenzando alguna jugada de peligro, hasta que Cristiano Ronaldo marcó el primero. Entre tanta igualdad, apareció el desequilibrio de la estrella. Con un cabezazo consiguió que su equipo no necesitase ya el juego que suele desplegar, pero que hoy no se ha visto por ningún lado. Sin embargo, el Chelsea, experto en convertir sus pocas ocasiones en muchos goles, ha empatado antes del descanso.
La segunda mitad ha sido un dominio sorprendente pero abrumador de los londinenses. Han controlado el partido en todas sus facetas y han tenido ocasiones para hacer el segundo. Con el mismo método, el lanzamiento de pelotazos y el aprovechamiento de rechaces, sacaban petróleo. Mientras, el Manchester movía ficha poniendo a Hargreaves en su posición natural. Pero nada nuevo. El dominio del centro del campo seguía siendo para el Chelsea, algo que ha destrozado a su rival.
La prórroga ha dejado ocasiones para ambos, pero ninguno ha sabido aprovecharlas. Con muchos nervios y rencillas, que han provocado una expulsión inexplicable de Drogba y un par de amarillas, se ha llegado a los penaltis. El Chelsea se ha puesto por delante y ha estado a un lanzamiento de ser campeón de Europa por primera vez en su historia, pero un resbalón de Terry lo ha impedido. El fallo posterior de Anelka sólo era la confirmación de la injusticia. El Manchester vuelve a ser campeón.
Porque hoy el Chelsea ha jugado mejor que el United. Ha llevado el partido a su terreno, teniendo incluso mayor posesión que los reds y dominando en la mayor parte del encuentro. Sólo Ronaldo les daba miedo. Pero la falta de costumbre en el mando ha imposibilitado una victoria sin penaltis. Lo que ha supuesto una nueva alegría para el Manchester y una injusticia más para el Chelsea.
El Manchester no ha sido fiel a su estilo, porque no ha podido. Ferguson ha optado por poner a Hargreaves como extremo derecho, algo difícilmente entendible. Scholes y Carrick no hacían salir al equipo con tranquilidad, con el balón jugado, verticales, como acostumbran. Ronaldo ha jugado bien, porque ha estado acertado en las pocas veces que ha entrado en juego, víctima de la pérdida del rumbo de su equipo.
Por su parte, el Chelsea ha impuesto su poderío físico y se ha encontrado con un balón que ni quería ni sabía cómo tratar. El recurso simple de mandar balones largos a Drogba se ha convertido en la rutina de la final, pero dando buenos resultados. Malouda y Cole no han estado acertados, pero Makelele, Ballack y Lampard se imponían en el centro del campo y anulaban cualquier problema defensivo para los de Grant.
El partido ha empezado con el clásico tiempo muerto de nervios y tensión. Ninguno controlaba el partido y nadie quería el balón. Poco a poco, el Manchester fue trenzando alguna jugada de peligro, hasta que Cristiano Ronaldo marcó el primero. Entre tanta igualdad, apareció el desequilibrio de la estrella. Con un cabezazo consiguió que su equipo no necesitase ya el juego que suele desplegar, pero que hoy no se ha visto por ningún lado. Sin embargo, el Chelsea, experto en convertir sus pocas ocasiones en muchos goles, ha empatado antes del descanso.
La segunda mitad ha sido un dominio sorprendente pero abrumador de los londinenses. Han controlado el partido en todas sus facetas y han tenido ocasiones para hacer el segundo. Con el mismo método, el lanzamiento de pelotazos y el aprovechamiento de rechaces, sacaban petróleo. Mientras, el Manchester movía ficha poniendo a Hargreaves en su posición natural. Pero nada nuevo. El dominio del centro del campo seguía siendo para el Chelsea, algo que ha destrozado a su rival.
La prórroga ha dejado ocasiones para ambos, pero ninguno ha sabido aprovecharlas. Con muchos nervios y rencillas, que han provocado una expulsión inexplicable de Drogba y un par de amarillas, se ha llegado a los penaltis. El Chelsea se ha puesto por delante y ha estado a un lanzamiento de ser campeón de Europa por primera vez en su historia, pero un resbalón de Terry lo ha impedido. El fallo posterior de Anelka sólo era la confirmación de la injusticia. El Manchester vuelve a ser campeón.
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